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La leyenda de Muhammad Alí

Unas manos temblorosas agarran trabajosamente la antorcha y la acerca al pebetero, instantes después el fuego olímpico ilumina el cielo. La cuidad: Atlanta. Año: 1996. El estadio irrumpe en aplausos por la llama y el personaje que la propició, quien, trémulo realiza un ademán de agradecimiento.

Es Muhammad Alí, quien padece desde hacía varios años la enfermedad de Párkinson o parálisis agitante; una dolencia neurodegenerativa crónica propio por lo general en personas de edad avanzada caracterizándose por lentitud de movimientos voluntarios, debilidad, rigidez muscular y temblor rítmico de los miembros.

Alí posiblemente la adquirió debido a los golpes que recibió en la cabeza durante su carrera profesional. Sin embargo, en su agitada vida es actor de muchas anécdotas, referiré algunas que considero interesantes.

Su medalla olímpica: Cassius Clay, siendo muy joven incursionó en el boxeo amateur que lo llevó a participar en las Olimpiadas de Roma, habiendo obtenido la medalla de oro. Al concluir la gesta Clay regresa a su tierra natal, Louisville, luciendo orgullosamente sobre el pecho el galardón dorado que lo acreditaba como campeón olímpico. Cassius quiso comer en un restaurante de blancos; entró, se sentó y solicitó al mesero algo para merendar, recibiendo la respuesta: “Aquí no servimos a negros”. A continuación lo sacaron del bar. Decepcionado ante ese trato, caminó hacía el río Ohio, se quitó la medalla del cuello y la arrojó. Precisamente en Atlanta le restituyeron su medalla.

Un viaje en avión: Estando en lo más alto de su carrera, Clay realizaba un sin número de viajes, en una ocasión sube al avión y se acomoda en su asiento. Antes de despegar el aeroplano, la aeromoza revisando a los pasajeros se percata que Cassius no tenía abrochado su cinturón de seguridad, por lo que amablemente la azafata le dice al boxeador: “Sería tan amable de abrocharse el cinturón”, a lo que Alí contestó con presunción: “Señorita, Superman no necesita cinturones de seguridad”. La empleada de la compañía, en tono cortés le contestó: “Señor, Superman no necesita aviones”. Acto seguido Muhammad dócilmente se ajustó el cinto.

Lección de humildad: Alí sobrellevó el mal de Párkinson durante tres décadas, sin embargo en un pasaje de su vida, el boxeador más presuntuoso de la Fistiana, con modestia y sumisión, comentó: “Dios me dio la enfermedad de Párkinson para mostrarme que era un hombre como todos los demás, que tenía debilidades como todo el mundo. Y me enseñó todo lo que soy, un hombre, un mortal”. Mérida, diciembre de 2022

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