Mariano, el mejor relevista de la historia
Yanquis de Nueva York contra cualquier equipo. Es la última entrada del encuentro, la llamada por los conocedores del béisbol el inning del “apaga y vámonos”. Con el marcador arriba por una carrera, el mánager llama del hornillo a su mejor hombre: el cerrador.
Éste es un pítcher confiable quien tiene la tarea de sacar los últimos tres enemigos, quizá los más difíciles del juego. Debe ser un lanzador ecuánime, con nervios de acero y un brazo fuerte que haga pocos lanzamientos, los suficientes para colgar la argolla. De su actuación depende conservar la ventaja para asegurar la victoria.
El cerrador en la actualidad juega un papel muy importante con los nuevos esquemas que aplican los manejadores.
De la estufa viene corriendo hacia el montículo nuestro personaje, hace varios lanzamientos previos y la voz del anunciador se oye en el estadio presentando al monticulista: Mariano Rivera quien, con una recta cortada hace bailar al ritmo de conga a los tres bateadores, para colgar el cero a tambor batiente y adjudicarse otro salvamento.
El panameño fue un lanzador derecho que toda su carrera militó con los Mulos de Manhattan, su principal por no decir único disparo era una recta recortada que alcanzaba una velocidad de noventa millas.
El canalero dependió de ese pitcheo como Nolan Ryan de su bola rápida, Sandy Koufax de su curva o Steve Carlton de su slider.
La carrera de Rivera fue longeva: duró 19 años debido a que lanzaba sin esfuerzo, con naturalidad, a pesar de la velocidad que le imprimía a la esférica. Era un lanzador fuera de lo común, dominante, y se convirtió en el mejor relevista de la historia en las Grandes Ligas.
Al retirarse, en sus alforjas tenía 652 salvamentos, cinco veces campeón, un excelente porcentaje de carreras limpias admitidas, de 2.21, y trabajó 1,283 entradas. Es uno de los pocos lanzadores que escaló mil veces la loma: lo hizo 1,115 veces.
El número que portó era famoso, el 42, que perteneció al inmortal Jackie Robinson, el cual fue retirado de todos los equipos, pero se le permitió que lo usaran los jugadores que lo tenían, hasta cesar como activos, Rivera fue el último en llevarlo.
Por su forma de lanzar Mariano rompió innumerables bates de sus oponentes. En su honor, los Mellizos de Minnesota en su año de despedida le regalaron una mecedora elaborada con majaguas rotas y la nombraron “La silla de los sueños rotos”.
En el año 2019 fue electo por unanimidad para tener un nicho en el Salón de la Fama y se convirtió en el primer jugador en ser entronizado en forma unánime.
Se lo merecía. Mérida, junio de 2024
*Rafael Ramos Vázquez