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La azarosa vida de “Mantequilla” Nápoles

Hay un cementerio de memorias deportivas donde se guardan los grandes acontecimientos.

De una tumba desenterré el recuerdo de la vida de un atleta cubano que se nacionalizó mexicano, José Ángel “Mantequilla” Nápoles.

El natural de Santiago de Cuba, de cuya semblanza hablamos en la anterior entrega editorial, arribó a nuestro país por la crisis revolucionaria de la isla, cuando el dictador Fidel Castro prohíbe el deporte profesional, teniendo como consecuencia la emigración de nacionales que ya habían incursionado en el deporte de paga.

En México “Mantequilla” continúa su incipiente actividad profesional en el oficio de los moquetes, convirtiéndose con el paso de los años en un verdadero ídolo de la afición. Durante 17 años (1958-1975) calzó los guantes, obteniendo el campeonato mundial wélter unificado el 18 de abril de 1969, al arrebatarle la corona al norteamericano Curtis Cokes, en evento celebrado en California y con el aval de las dos organizaciones que regulaban el boxeo en el planeta, la Asociación Mundial (AMB) y el Consejo (CMB).

El “Mantecas” fue campeón en dos períodos en el primero defiende tres veces su fajín y en el segundo lo hizo diez veces. Durante ese lapso entraron a su bolsillo grandes cantidades de dólares. Eran los días de gloria del púgil.

En una entrevista que le hicieron por una cadena de televisión, en el noticiero “24 Horas”, Jacobo Zabludovsky le interrogó respecto de su fortuna y el santiaguero contestó: “Tengo un vestuario con cuatrocientos trajes finos, en la cochera de mi casa están estacionados cuatro autos del año, soy propietario de varias residencias y tengo cuentas en el banco, mi futuro está asegurado”.

Sin embargo, la realidad sería otra: el excampeón era jugador, rendía culto a Baco y tenía afición a las faldas. Con esas tres debilidades no hay riqueza que aguante. Al retirarse invirtió en centros nocturnos y formó un grupo musical, pero el poco conocimiento del negocio y la mala administración lo condujeron irremediablemente a la ruina.

A pesar de sus desaciertos, debido a su fama y notoriedad hizo películas con “Santo, El Enmascarado de Plata” , y protagonizó una revista donde era el héroe, cuyas publicaciones se vendieron bien, pero no hay excusas para “Mantequilla”, quien tuvo muchas oportunidades de hacer las cosas bien y decidió seguir haciéndolas mal.

Ya en la pobreza es invitado por el gobierno de Chihuahua para establecerse en Ciudad Juárez, donde instaló un modesto establo para entrenar jóvenes. A los 79 años de edad, enfermo de varios males, la parca le propina un fulminante KO, acabando su vida.

El destino de José Ángel no fue distinto a la mayoría de las figuras del boxeo, un camino que nadie quiere andar: de la abundancia a la ruina. La existencia azarosa de Mantequilla nos enseña una lección de vida inapelable: la gloria no es eterna y el destino es… implacable. Mérida, noviembre de 2024

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