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El corazón de la ruta de la seda

La plaza Registán

 

Punto de Vista… viajes

Rafael J. Ramos Vázquez(*)

En Uzbekistán el viajero tiene la oportunidad de recorrer la histórica ruta de la seda, como hace miles de años la hacían las interminables caravanas con camellos cargados de ricas mercancías procedentes de la lejana China o, con especies procedentes de la India.

Uzbekistán está en el corazón de Asia Central y es el único país con fronteras con vecinos todos terminados en tan: Turkmenistán, Afganistán, Kyrgyzstán, Tajikistán y Kazajistán.

Esa Vía comprende varias ciudades ubicadas en ese país que eran paso o cruce obligatorio por la situación geográfica y por las ventajas que ofrecían para un intercambio o venta de mercancías.

Destacaban por su importancia tres: Samarcanda, Tashkent y Bukhara.

Samarcanda es la más antigua y la más bonita por sus madrazas, que eran centros educativos donde estudiaban alumnos llamados talibanes, hoy un término equivocadamente peyorativo, y sus mezquitas de una hermosura sin par. Según el guía, algunas historias que se relatan en el cuento “Las mil y una noches” acontecieron en Samarcanda.

Taskent, que actualmente es la capital, es una ciudad moderna con amplias avenidas, bellos edificios antiguos y monumentos.

El guía explica orgulloso que el héroe de ese país es un conquistador llamado Amir Temur, más conocido como Tamerlán, quien tiene en su haber un sinnúmero de batallas y leyendas similares a Gengis Kan.

Como dato curioso la bandera de ese caudillo tenía tres círculos que representaban los continentes conquistados Asia, África y Europa, idea que fue copiada por el Comité Olímpico Internacional a cuya bandera agregó dos círculos más que representan a América y Oceanía, tierras no descubiertas en la época de Tamerlán.

Otro hecho interesante de ese personaje es que el palacio donde vivía y trabajaba se llamaba Ak Sarai, que significa Casa Blanca. Nuestros vecinos del Norte quizá copiaron la idea para ponerle a la residencia del poder ejecutivo el nombre.

Catástrofe

Sin embargo, hay un hecho negativo en ese país, una de las peores catástrofes realizadas por el ser humano en el siglo XX: la casi desaparición del mar de Aral, la cual se debe a los rusos, quienes desviaron su agua y secaron esta fuente de vida de la cual únicamente queda un diez por ciento, en la parte de Kajakistán, nación con la cual lo compartían.

Ahora, se pueden hacer excursiones en vehículos cuatro por cuatro y contemplar barcos que permanecen varados como mudos testigos de la catástrofe. Se cree que en diez años se habrá secado totalmente.

Hoy día de esa ruta solo quedan los monumentos, vestigios y las historias que relatan los guías. Con el auge de los barcos el comercio cambió totalmente su geografía encaminando sus actividades hacia los puertos con la desaparición lenta y paulatina del comercio terrestre. Esto nos enseña que nada es para siempre.

Abogado y empresario.

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