Skip links

Lauda, el austriaco volador

Punto de Vista… automovilismo

Por Rafael J. Ramos Vázquez (*)

Gran Premio de Alemania. Corría el año 1976, en la pista de Nurburgring estaba a punto de iniciar una carrera correspondiente al calendario de la Formula Uno. Los monoplazas están colocados en sus puestos de salida y las asistencias abandonan la pista. Todos listos.

Los conductores atentos, se da la señal de inicio  y se oye el sonido inconfundible de los motores cuando los pilotos hunden el pie en el acelerador. Es un circuito rápido, que permite a los coches alcanzar velocidades fantásticas. De pronto,  casi al inicio de la competencia, en la segunda vuelta, en la curva Bergwerk, sucede un grave accidente: un carro se impacta contra el muro, rebotando destrozado y regresando a la pista en donde es colisionado. Queda atrapado en su interior el piloto e incendiándose el monoplaza ante la desesperación de varios compañeros que detienen sus vehículos para prestar auxilio al accidentado.

Parece imposible sacarlo: el guiador estaba inconsciente y  las llamas cubrían totalmente el auto. Tres pilotos se arriesgan a duras penas entre la intensidad del fuego y logran abrir el cinturón de seguridad del siniestrado.

El piloto Arturo Merzario es quien le salva la vida al sacarlo del bólido ardiente. Todas esas acciones fueron segundos eternos, interminables para Nikki Lauda, quien sufre graves quemaduras en la cabeza y el cuerpo que lo marcan de por vida.

Respiró gases que le dejaron secuelas permanentes y tiempo después, como consecuencia de ese percance, es sometido a cuatro operaciones de piel, que no dieron resultado y tres trasplantes, de sus dos riñones y de un pulmón.

Ese  accidente es considerado uno de los más dramáticos de la Formula Uno, pues a Lauda en el hospital los doctores lo daban por muerto y solicitaron que un sacerdote le diera los Santos Óleos. Pero volvió a nacer.

Seis semanas después del accidente, volvió a ponerse los aditamentos y participó nuevamente en una carrera, a pesar de los dolores intensos que le causaba colocarse el casco.

Nikki, cuyo nombre era Andreas Niholaus Lauda, nace en Austria y se corona campeón en los años 75, 77 y 84 del siglo pasado. Corrió en 177 Grandes Premios,  formando parte de varias escuderías durante los once años que fue piloto de la máxima categoría.

Era un conductor inteligente, arriesgado, tomaba ventaja de los errores de sus oponentes, pero nunca tuvo un vehículo que pudiera sacar lo mejor de él. A eso se debe que sólo haya triunfado en 25 carreras. Como dato curioso, pierde un campeonato por un punto y gana en 1984 su tercera corona por solamente medio punto de diferencia sobre el segundo lugar, el francés Alain Prost. En la última carrera del campeonato que pierde por un punto, llega con ventaja de tres unidades, pero la competencia se estaba celebrando bajo una fuerte lluvia que ponía en peligro la vida de los pilotos, por lo cual decide abandonar, señalando: “En la vida hay cosas más importantes que un título de Formula Uno”.

Al alejarse de las pistas funda una línea aérea, la cual vende  y regresa al máximo circuito como directivo y socio de una escudería,  hasta su retiro definitivo. Cosas de la vida, Nikki Lauda muere a los 70 años en la tranquilidad de su hogar, lejos de las pistas y la adrenalina que marcó su vida como ícono del deporte motor.

Abogado y empresario rafaelramos@sji.com.mx

Return to top of page