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Heloísa, el símbolo de Ipanema desde los años 60

Puntos de vista… Viajes

Rafael J. Ramos Vázquez (*)

Un lugar digno de visitar es Brasil, un amplio territorio que tiene lugares hermosos. Uno de ellos es Río de Janeiro que posee maravillas naturales como Pan de Azúcar; playas radiantes como Copacabana y una escultura majestuosa hecha por el hombre, el Corcovado.

Relataré una historia de una bella joven que inspira a dos músicos para crear una obra de arte, en donde la casualidad, el ingenio y las circunstancias son los ingredientes para su concepción.

Corría el año de 1962, en un bar denominado Veloso, cerca de la playa de Ipanema, acudían personajes de todo tipo; entre ellos dos grandes amigos quienes lo frecuentaban, tomaban algunas bebidas y platicaban un sinnúmero de cosas.

Esas celebridades eran Vinicius de Moraes y Antonio Carlos Jobim, el primero compositor y el segundo un consumado pianista; trabajaban juntos uniendo sus talentos para crear música.

Nadie podía imaginar que ambos harían sentados en ese bar la melodía más escuchada del mundo y traducida a todos los idiomas. Para crearla se necesitaba: un barrio, una playa, una musa, dos compositores talentosos, inspiración y palabras en armonía; el resultado la canción más bella: “La chica de Ipanema”.

En los años 60, Ipanema era un barrio mundano, apartado de las normas y convencionalismos sociales con una preciosa playa. En él vivía una joven de escasos 17 años, de grandes ojos verdes, esbelta, delgada, bronceada por el sol con un andar propio de las mujeres cariocas que parecen caminar al ritmo de la danza popular brasileña, la samba, y de una belleza digna de un poema.

La chica regularmente pasaba por el restaurante rumbo a la playa o entraba a comprar cigarrillos para su madre. El nombre de esa deidad: Heloísa Eneida Menezes Paes Pinto.

Los compositores la observaban caminar y quedaban admirados de su belleza. En la década de los 50 había surgido en Brasil un ritmo nuevo llamado bossa nova que era una fusión de jazz con ritmos originarios del país, los cuales mezclados dieron lugar a esa original y novedosa armonía.

Se señala al carioca Tom Jobim como el principal intérprete y precursor de ella, que hasta la fecha es un ritmo que identifica a la música brasileña.

Un día estos músicos habían comenzado una canción, pero no estaban convencidos con la letra; en esos momentos Heloísa pasó caminando hacia la playa y Vinicius se quedó admirandola hasta que la perdió de vista, en ese instante empuñó un lápiz y escribió sobre un papel lo siguiente: “Mira que cosa más linda más llena de gracia / es esa chiquilla que viene y que pasa / con su contoneo camino hacia el mar / moza de cuerpo dorado por el sol de Ipanema / es más que un poema es la cosa más linda que he visto pasar.”

Con esos versos sencillos, simples, describiendo en forma fácil, natural y clara un hecho que sucedía ante sus ojos; De Moraes inmortalizó el momento, la persona y el lugar. Tom Jobim la musicalizó. Habían creado un ícono musical: la chica de Ipanema. ¿Existiría la canción si no hubiera pasado Heloísa por allá en esos instantes? Muchas veces la inspiración es describir lo que se tiene ante los ojos pero que nadie ve, solo el elegido.

Para deleite del mundo, todos los ingredientes se dieron para que fuese creada esa hermosa melodía.

Ahora, el bar ubicado en una esquina de la antigua calle Montenegro, hoy rua Vinicius de Moraes, se llama “Garota de Ipanema”. En su interior el visitante puede admirar colocado en la pared la letra y música de la emblemática y conocida canción, y tararearla disfrutando sentado en una mesa, una helada caipiriña en una calurosa tarde carioca.

Abogado y empresario.

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