“Garrincha”, el ángel de las piernas torcidas
Punto de vista… fútbol
¿Qué puede el mundo deportivo esperar de un chiquillo zambo, con la columna vertebral en forma de S, que había padecido poliomielitis, con piernas torcidas, una de ellas la derecha, y además seis centímetros más corta que la otra?
Posiblemente nada. Sin embargo, la naturaleza en ocasiones da talento a gente que parece impensable que pueda tenerlo.
Manuel Francisco Do Santos venció todas esas adversidades que la vida le puso y se convirtió en el mejor extremo derecho que ha dado el fútbol. En Brasil hay la costumbre de poner motes y a Manuel una de sus hermanas lo apodó “Garrincha”, nombre de un pájaro feo y veloz, atributos que poseía Manuel Francisco.
La historia de “Garrincha” es de contrastes: tuvo grandes éxitos y rotundos fracasos, llegó a lo más alto y terminó en lo más bajo, una leyenda con una vida gloriosa y un final triste.
Nació en Río de Janeiro, en una familia numerosa. De aspecto desgarbado y con sus defectos físicos, el futuro no le era prometedor. Creció en las favelas, donde aprendió a patear el balón. Ya jugador profesional su estilo era muy propio: cuando tenía la pelota la pisaba, cambiaba de dirección y desbordaba. Era hábil, veloz, hacía movimientos y fintas con diferentes partes del cuerpo, gambeteaba de manera tan natural, que el oponente no sabía qué iba a hacer con el esférico. Poseía una destreza innata y una facilidad para burlar al contrario, nadie del equipo rival quería marcarlo por miedo a ser expuesto y dejado en ridículo.
Fue sin dudas el máximo representante del “jogo bonito”, ese estilo que embelesa a cualquier aficionado. Esa danza que es un baile de zamba con balón, que combina arte, belleza y espectacularidad que hace que las masas se entreguen.
Por necesidad
La mayoría de su carrera la realizó con el Botafogo. Cuenta la anécdota que cuando se presentó ante el entrenador para su prueba, éste al verlo feo y contrahecho le preguntó: ¿De qué planeta vienes? y “Garrincha” respondió: “Del planeta hambre”.
Fue compañero de “Pelé” en la selección carioca, formando quizá la dupla más electrizante de su época. En el Mundial celebrado en Chile (1962) fue elegido el Mejor Jugador de la Copa, la cual ganó también en Suecia (1958). “Garrincha” y “Pelé” fueron ídolos de Brasil y el once auriverde nunca perdió cuando tuvo juntos a esos fenómenos en su alineación.
Lamentablemente fue fumador desde temprana edad y afecto al alcohol. Y la bebida acabó con él. En el ocaso de su vida dijo: “La diferencia con ‘Pelé’ es que yo apenas supe driblear los problemas con los pies”.
Sus debilidades lo vencieron. Al único enemigo que no pudo gambetear fue al alcohol, ese vicio que aniquila todo, éxito, prestigio y al final la vida misma.
Murió de esa terrible enfermedad que le destruyó el hígado y sobre todo, la voluntad de vivir. Su deceso ocurrió a los 49 años de edad. Yace en una tumba olvidada y sólo la visitan el viento y la lluvia.
Hay personas que la popularidad y el éxito para ellas son factores de destrucción. Esa es la historia del ángel de las piernas torcidas, uno de los mejores delanteros brasileños, “Garrincha”.— Mérida, Yucatán, octubre de 2020.