El mejor juego perfecto de la historia
Punto de vista… béisbol
Rafael J. Ramos Vázquez (*)
El jueves 9 de septiembre de 1965 ocurrió un hecho beisbolístico que difícilmente, por no decir imposible, se volverá a repetir. Ante una afición de cerca de treinta mil personas, en el estadio de los Dodgers en la ciudad de Los Ángeles, se enfrentaron los Cachorros de Chicago, quienes contaban en su alineación con Ron Santo, Ernie Banks y Billy Williams. Por el equipo visitante lanzó Bob Hendley, un joven de brazo equivocado con números modestos; por los angelinos su estrella Sandy Koufax.
Los asistentes presagian un buen juego, sin imaginarse las gemas de pitcheo que verían por ambos lanzadores. Fue un partido clásico para los amantes de antaño, para quienes ver un duelo de lanzadores es algo que disfrutan y que actualmente es raro presenciarlo.
Comentaré el juego, los Dodgers anotan su única carrera para efectos estadísticos sin turno oficial al bate. En la quinta entrada Lou Jonhson, jardinero, alcanza la inicial por cuatro bolas malas y el mandamás Walter Alston ordena sacrificarse a Ron Fairly, que lo realiza a la perfección. Con Jim Lefebvre en la caja de bateo, al primer lanzamiento, sale el corredor al robo de la tercera base y el receptor Cris Krug en su intento por enfriarlo en la antesala, envía la bola al jardín, anotando la carrera, la cual es sucia y no se le acredita al lanzador.
Como se puede apreciar todos los que intervinieron en la anotación como bateadores nadie tuvo turno oficial al bate. Hasta la sexta entrada ninguno de los equipos había conectado hit y Sandy había retirado en forma perfecta a cada uno de los bateadores. En la parte baja de la séptima entrada, Johnson de los angelinos, conecta un “podrido” detrás de la segunda base que se convierte en imparable, el único hasta ese momento, embazándose por segunda vez. La entrada concluye sin más daño. En la parte alta de la octava Koufax la retira con tres ponches. En la novena ya con el público de pie, en espera del milagro del juego perfecto, Sandy hace abanicar tres curvas al enemigo 25, al siguiente lo despacha también con un ponche y sólo faltaba el último out, el 27, tal vez el más difícil.
Todos los espectadores contienen la respiración en cada lanzamiento, cuando la última pitcheada, una curva prolongada es abanicada, el umpire Ed Vargo decreta con el clásico e inconfundible ritual del ponche, la perfección estaba consumada.
La gema de pitcheo había terminado de labrarse, Sandy Koufax entraba al libro de récords, como uno de los pocos lanzadores de las Grandes Ligas que ha conseguido lo insuperable, el sueño de cualquier pítcher: un juego perfecto.
Los números finales son: ganan los Dodgers 1-0. La carrera por ser sucia no entra en la contabilidad del lanzador, es decir estadísticamente ambos monticulistas blanquearon.
En total entre los dos equipos sólo conectaron un inatrapable, récord que en la actualidad está vigente en las Grandes Ligas. Sólo un jugador se embasó en todo el duelo, Jonhson, dos veces.
El inatrapable no tuvo relación con la carrera. Es el único juego inmaculado en donde el lanzador (Koufax) anestesia a un bateador cuando menos en cada entrada. Ese juego sin hit es el último que les han lanzado a los Cachorros hasta hoy.
Opino que es el duelo de pitcheo más memorable de la historia de las Grandes Ligas y el mejor juego perfecto.