Antiguas ciudades de la Jonia
Punto de Vista… Viajes
Rafael J. Ramos Vázquez(*)
Uno de los países más encantadores que se pueden visitar es Turquía. A lo largo de esa nación hay mucha historia: parte de él es Asia Menor, zona que los griegos colonizaron. Una fracción de ese territorio se llamó Jonia; allá florecieron ciudades como Mileto, Éfeso, Samos y otras más; la primera es considerada la cuna de la filosofía.
Esas milenarias ciudades pueden ser visitadas en la actualidad y al recorrerlas el turista se puede imaginar en Mileto, a Tales, el primer filósofo de la humanidad, dando una clase en el anfiteatro que allá se encuentra, bien preservado; o pensar que Anaximandro está mostrando al visitante el primer mapa del mundo conocido; o recordar nuestras enseñanzas de filosofía y al respirar la atmósfera fantasear que Anaxímenes nos está dictando una de sus cátedras, concluyendo que el “aire” es el elemento primordial del universo.
Al visitar Éfeso, el paseante quedará impresionado de la historia que contiene, el sitio está conservado, es factible recorrerlo y encontrar las siguientes bellezas: el Ágora, que era el centro administrativo; el Odeón, pequeño teatro con un aforo para 1,500 personas; la Vía de los Curetos, en donde bellas estatuas a ambos lados la decoran; el Templo de Adriano, el edificio más bello de la Vía de los Curetos; el Gran Teatro, que es el más antiguo y de mayor tamaño en Turquía, tenía capacidad para 20 mil espectadores; la calle principal o Vía del Puerto, con una longitud de 500 metros, donde comerciantes se alineaban a ambos lados para ofrecer sus mercancías; la Biblioteca de Celso, en mi opinión el edificio más majestuoso de todos, está situado al final de la Vía de los Curetos. Esa edificación fue descubierta a principios del siglo pasado y consta de dos pisos de una arquitectura que deslumbra al visitante. En el primero hay cuatro estatuas femeninas colocadas dentro de sus nichos, cada una representa las cualidades: sabiduría, ciencia, fortuna y virtud.
En Éfeso el paseante se puede ilusionar ver a Heraclito caminando por las calles impartiendo sus conocimientos del devenir constante, cuando argumenta: “todo fluye, todo pasa, no nos bañamos dos veces en un mismo río”. O cuando enseña que el “Fuego” es el componente fundamental del cosmos. Caminar por esos lugares es transportarse al pasado, imaginarse que es parte de la filosofía, materia que estudiamos en nuestra juventud y que nos nutrió del pensamiento de muchos personajes filosóficos, que hoy no están físicamente, pero sus ideas perdurarán para siempre.
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