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Apuntillar, un arte

Punto de vista: toros

Rafael J. Ramos Vázquez (*)

En la más bella de las fiestas, su majestad es el toro. Cada burel que aparece en la puerta de los sustos ha pasado durante cuatro años por una vida de pastoreo, de convivencia con sus iguales, hasta que es escogido para participar en un cartel.

Esa raza de animales solo existe por la festividad taurina, ya que muertos únicamente valen por su carne como cualquier bovino. Sin embargo, su casta, bravura y otras cualidades propias de su linaje los hacen únicos para ese evento.

Opinaré, aprovechando que ya se acerca la temporada de nuestra Plaza Mérida, sobre un acto que sucede cuando finaliza la lidia, pero que pasa desapercibido para la mayoría de los espectadores en la plaza de toros: el apuntillamiento. Nótese que una cosa es el uso del descabello y otra el apuntillamiento.

El primero lo realiza el torero cuando el astado no ha doblado después de la estocada; el segundo lo realiza un integrante de la cuadrilla, para terminar con el toro.

Puedo señalar que todos los bureles son apuntillados, pero no todos son descabellados. Aclaro que apuntillar es rematar al astado, mientras que descabellar es hacer que caiga el burel con una espada especial, conocida como verduguillo, para su posterior remate. Describamos el acto de apuntillar: un miembro de la cuadrilla se acerca al toro, que yace sobre la arena medio muerto y con un cuchillo corto secciona la médula espinal, el fin es evitar una lenta agonía del animal. Hay varias técnicas para esa tarea la más usada es la denominada Ballestilla, que consiste en un golpe fuerte, seco, en la nuca.

El aficionado que tiene la oportunidad de asistir a plazas españolas, puede apreciar que quien apuntilla al cornúpeta lo hace de frente, como debe ser.

Al toro, como una fiera valiente que es, el subalterno que va realizar esa suerte debe darle la cara, se lo merece, como el final de una muerte digna, para un animal que ha salido a la arena a dar un ejemplo total.

Los que realizan esa suerte no deben hacerla de espaldas al noble caído, deben efectuarla, imitando a los cobardes, que sigilosamente por miedo hacen las cosas ocultándose. Tristemente lo he visto en plazas como la Mérida.

Por respeto al astado y a las reglas deben hacerlo como hombres, de frente.

Así, el toro habrá cumplido dignamente su misión para la cual nació y fue criado: morir dignamente en la plaza.— Mérida, Yucatán, octubre de 2019.

Abogado y empresariorafaelramos@sji.com.mx

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