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Babe Ruth, el rey del cuadrangular

Punto de Vista… béisbol

Rafael J. Ramos Vázquez (*)

Si el béisbol para muchos fanáticos es una religión, sin duda George Herman Ruth es uno de sus dioses. Por su cara de niño le pusieron el sobrenombre de “Babe” o “Bambino”. Es el más famoso ícono de ese deporte. Popularizó un batazo que electriza a las multitudes, y que en los años veinte del siglo pasado era raro: el cuadrangular.

George vivió gran parte de su niñez en un orfanato, casi un reformatorio, a cargo de misioneros católicos, hasta que se convirtió en una historia de éxito; una realidad del sueño americano.

Nadie se imaginó que un jugador que se inició como lanzador sería el rey del cuadrangular. Ese personaje que lanzaba y bateaba a la izquierda, inicia su carrera en Boston, equipo con el cual gana tres veces la Serie Mundial, para ser vendido a los Yanquis de Nueva York, en donde debutó en el año 1920, conectando esa temporada 54 palos de vuelta entera.

Esa transacción fue denominada por los críticos como el robo deportivo del siglo XX por el monto que obtuvo el dueño de la novena, a cambio de los beneficios que generó el jugador a su nuevo equipo. A partir de esa venta los Medias Rojas no volvieron a ganar ningún campeonato sino 86 años después y los conocedores de ese deporte la llamaron “La maldición del Bambino”.

En la década de 1920, los Yanquis eran un magnifico equipo, pero no tenían la grandeza que adquirió a partir de la incorporación de Ruth. Jugaban en el estadio de los Gigantes, cuya casa era el mítico “Polo Grounds”, un inmueble pequeño, que se hizo insuficiente para dar cabida a todos los seguidores de Ruth, por lo que los dueños de los Yanquis deciden construir uno mayor, al cual denominaron “Yankee Stadium”. A ese nuevo complejo deportivo inaugurado en 1923, los cronistas lo bautizaron con el apelativo de “La casa que construyó Ruth”.

George German Ruth impulsó y dimensionó el béisbol haciéndolo masivo e hizo vibrar a los fanáticos con sus cuadrangulares. Impuso en 1927 la marca de 60 jonrones en una temporada. Cuando se retira, deja un récord de 714 estacazos. En su honor los cronistas designaron ese batazo con el nombre de “bambinazo”. Se coronó 12 veces campeón en ese departamento. Con el paso del tiempo ambos récords fueron superados, pero ninguno de los jugadores que lo hicieron tienen el reconocimiento y el carisma del “Bambino”. Se puede señalar, sin temor a equivocación, que cuando se habla de cuadrangulares viene a la mente del aficionado el nombre de Babe Ruth.

Fue el primer jugador en ganar más dinero en publicidad y eventos fuera de los diamantes, que en salario. Es protagonista de varias anécdotas, entre ellas la más famosa, que sucedió en un partido de Serie Mundial: se jugaba en Chicago, contra los Cachorros, cuando estando Ruth en la cuenta de 2-2, se sale de la caja de bateo y señala con el índice hacia el jardín central. Al siguiente envío al plato conecta un descomunal tablazo que pasa limpiamente sobre la barda del jardín del Wrigley Field. ¿Lo predijo? No se sabe a ciencia cierta, pero el acontecimiento sucedió y la historia se cuenta siempre.

Al concluir su carrera, el número 3 que portaba en el uniforme fue retirado. George Herman muere a la temprana edad de 53 años, de cáncer. En 1936, junto con cuatro inmortales más, inaugura el recinto del Salón de la Fama, siendo el primer entronizado. La revista “Sports Illustrated” lo nombró el mejor jugador del béisbol del siglo XX. Tiene sobrados merecimientos para esa flamante distinción.

Hoy, en la ciudad de Baltimore, en la casa donde nació, hay un museo que preserva muchas de sus reliquias. Babe Ruth es un símbolo americano y una deidad de ese dogma que tiene tantos adeptos. Definitivamente, el rey de los deportes, el béisbol, para muchos es una religión y el “Babe”, un dios.

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