Bateador increíble
Los aficionados de hueso colorado del rey de los deportes, el béisbol; los fanáticos de antaño, los devotos clásicos de ese pasatiempo, siempre han concebido al jonronero como un atleta corpulento, fornido, alto, musculoso que dispara cuadrangulares con facilidad. Ese es el estereotipo de cañonero.
Sin embargo, hoy deseo hacer un paréntesis y realizar un análisis de un pelotero que rompe con todos los esquemas que hasta ahora se ha tendido. Me refiero a José Carlos Altuve, el jugador más diminuto en las Grandes Ligas.
El venezolano, dueño del cojín de la segunda base con los Astros de Houston, es un fenómeno con el madero: se ha coronado dos veces campeón de bateo en la Liga Americana y varias temporadas ha conectado más de doscientos imparables por calendario. He tenido la oportunidad de verlo en la caja de bateo innumerables veces, apreciando que es un gran chocador, consistente, pundonoroso y que todos los días sale al campo a dar el cien por ciento. Con el número 27 en los dorsales, tiene una mentalidad ganadora y lo bajo de su estatura lo suple con su talento, que no es un don celestial, ni un milagro que cae del cielo, sino es fruto del desarrollar sistemáticamente ciertas cualidades especialmente naturales.
No me queda duda que para ser un bateador excepcional se necesita vista, técnica, facultades físicas e inteligencia. Y todas ellas las tiene el astroboy.
Altuve es el segundo jugador que más cuadrangulares ha conectado en postemporada, con 23, superando a estrellas como Jeter, Pujols, Jackson y Mantle, entre otros y solo rebasado por Manny Ramírez, con 29.
Ahora bien: ¿cómo es posible que un deportista delgado, que no sobrepasa un metro con setenta centímetros de altura, sea poseedor de esa hazaña? Veamos, los jugadores corpulentos usan su fuerza para conectar esos batazos. Altuve suple su falta de corpulencia, con una vista excelente y usa la rapidez de sus manos que le da su estatura para hacer contacto con la esférica, realizando un swing perfecto. Recordando las clases de física, asignatura aprendida en la preparatoria, y que tiene una aplicación exacta en el caso que comento, señalo: a la velocidad que es lanzada la pelota se suma la rapidez del swing de un modo impecable, en el momento preciso, haciendo contacto con la esférica y hacerla a volar.
De esa manera obtiene los resultados de bateo que están en sus alforjas en la actualidad. Obviamente a mayor velocidad del pitcheo la bola sale con mayor impulso.
Ante ese fenómeno, tal vez las nuevas generaciones de jonroneros rompan con el paradigma de siempre. José Altuve ya lo ha hecho. Definitivamente como señaló un gran hombre: la estatura del ser humano se mide de la cabeza al cielo. Mérida, noviembre de 2021.