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El Crandon Park, historia y nostalgia

Miami es una bellísima ciudad, única en la Unión Americana, por toda la mezcla y aportaciones de las diferentes etnias que se han establecido en ella.

Poseedora de  una pequeña isla o cabo, llamado Crandon, anualmente en marzo y abril,  por casi quince días, era escenario y  capital del tenis, pues allí se realizaba un certamen de primer nivel, un ATP 1000, denominado Miami Open.

Ese torneo durante muchos años figuró en el mapa tenístico hasta su lamentable finalización en esa sede, para cambiarse a un escenario diferente, el estadio Hard Rock. Éste, con un esquema moderno, impersonal, más mercantil que familiar, arropa ahora el certamen.  

En la actualidad, varios años después, regresar de visita al Crandon Park, es recordar momentos inolvidables, volver a sentir el campeonato que por tres décadas se escenificó en sus canchas, y merecidamente llamado el quinto Grand Slam, por la perfecta organización, el bello escenario y el trato que se le dispensaba a los tenistas durante el evento, quienes se sentían en casa.

Estar allá ahora es recordar a los participantes practicando a temprana hora por la mañana y poderlos mirar de cerca. Es hacer una remembranza de las estrellas que, concluida la final, levantaron con orgullo el trofeo. Es revivir la degustación de una buena comida en unión de amigos, acompañada de una copa de vino en los restaurantes construidos para el evento.

Es imaginar saludar a los yucatecos que anualmente asistían al prestigiado evento. Es añorar los fuertes rayos del sol sobre el rostro mientras se presenciaba un encuentro en la cancha central. Es acordarse de una final viendo a Federer o Djokovic, alzar el premio merecidamente ganado después de doce días de competencia; o mirar a Serena dar su característica vueltecita en el centro de la cancha después de ganarle a su rival.  Es rememorar a Nadal o Sharapova caer por quinta ocasión vencidos en una final, trofeo que se les negó y nunca lo pudieron levantar.

Es desempolvar el recuerdo de una convivencia con la familia paseando las diferentes tiendas y comprar un recuerdo para el compadre. Es evocar el disfrute de ver a los tenistas en las diferentes canchas, muchos de ellos madurando para ser futuras estrellas.

Hoy en día, cuando el visitante recorre el Crandon, un sentimiento de nostalgia invade el espíritu, el viejo parque luce triste y melancólico, ya no se escucharán los aplausos y gritos de la gente y no volverán a escenificarse grandes partidos entre los mejores tenistas del planeta.

Ese hecho nos enseña que no hay nada eterno en este mundo, todo lo que empieza tiene necesariamente que terminar, es la ley de la vida. La alegría en las gradas, las emociones de los partidos, la historia y las exclamaciones de las grandes estrellas, no se oirán más. Al concluir el recorrido, el visitante, con un dejo de aflicción y pesadumbre pienso: gracias Crandon Park por toda la historia que guardarás eternamente en tus canchas. Y, como dijo Gustavo Adolfo Bécquer en un poema “Esas no volverán”.

Abogado y empresario

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