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El enigma maya de Knórozov

La civilización maya es grandiosa, está a la altura de la egipcia, la sumeria o cualquier otra. Los vestigios, pirámides y su acervo cultural que nos legaron lo demuestran. La escritura que conocemos a través de sus códices que existen en Dresde, Madrid y París son los únicos que nos cuentan parte de su historia, ya que la inmensa mayoría fueron destruidos.

Sin embargo, los secretos que escondían en sus inscripciones en esas obras permanecieron ocultos durante centurias. Sus dioses estaban orgullosos de que ningún mortal los decodificara, pero como todo en la vida nada es eterno.

Un doctor en ciencias históricas, nacido en Ucrania cuando ésta pertenecía a Rusia, descifró su grafía; su nombre: Yuri Valentinovich Knórozov.

Antes del ruso, un sinfín de investigadores había intentado la proeza de traducirlos, estaban en busca de un elemento como la Piedra Rosetta que les diera la pauta para poder leerlos, pero desistieron considerando los escritos como un enigma sin solución.

Las crónicas señalan que Knórozov, un soldado que combatió en la Segunda Guerra Mundial, encontró por casualidad, en las calles de una ciudad alemana, cajas con libros y escogió dos: “Relación de las cosas de Yucatán” y “Códices mayas”. Muchos años después ambos textos fueron la base para su descubrimiento.

Lo maravilloso de su investigación es que la hizo sin conocer ni haber estado en vestigios mayas, sino que sus estudios los realizó en su despacho en Leningrado, hoy San Petersburgo.

Su hallazgo consistió en que determinó que la escritura maya está compuesta de glifos, que pueden equivaler a una palabra completa o sílabas, contra lo que se sostenía antes, que los glifos representaban letras.

Ante su descubrimiento hubo voces que trataron de desacreditarlo, como el inglés Eric Thompson, renombrado conocedor de la cultura maya. Pero con el paso del tiempo el valor de su investigación fue reconocida. Cuando visitó México le fue otorgado el galardón Orden del Águila Azteca, diciendo: “En mi corazón siempre seré mexicano”.

Yuri visitó Guatemala y Yucatán para conocer la cuna de la civilización maya. Cuando le preguntaban de su descubrimiento decía: “Cualquier código elaborado por humanos puede ser descifrado por otro humano”.

Para rendir tributo a su aportación existe en Mérida una estatua suya en el Gran Museo Maya, donde aparece de pie, sosteniendo un gato.

Es sorprendente que un ruso que no conocía nuestra cultura haya sido quien descubriera el método para leer la escritura maya.

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