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El hermoso palacio de Potala, símbolo de los tibetanos

Punto de vista… Viajes

Rafael J. Ramos Vázquez (*)

Después de conocer Nepal, el visitante puede continuar su viaje hacia una región autónoma denominada el Tíbet, la cual se encuentra en la cordillera del Himalaya. Ese territorio tiene una altura promedio de más de cuatro mil quinientos metros sobre el nivel del mar, por eso se dice que es el techo del mundo. Su capital Lhasa, es el corazón espiritual de esa comarca y allá se encuentra una joya arquitectónica: El Palacio Potala, nombre que viene del sánscrito y significa “Isla donde vive Buda”, originalmente se llamó palacio del Monte Rojo. Cuando el turista está ante esa maravilla, se queda sin palabras, en silencio, hasta que puede valorar toda la belleza y misticismo de esa obra que está ante sus ojos.

Ese edificio está empotrado sobre la roca maciza de una colina denominada Chakpori. El turista que ha leído obras como “El tercer ojo”, “El cordón de plata” y otras, recuerda que ese palacete fue residencia ancestral de los sucesivos Dalai Lamas, líderes espirituales del budismo tibetano, hasta 1959 cuando el Décimo Cuarto Dalai por la invasión china, se exilió a la India donde vive en la actualidad.

La modernidad y la urbanización han ocasionado que la entrada a ese castillo pierda algo de espiritualidad, pues su acceso está sobre una transitada calle, sin embargo entrar a él significa un buen ejercicio, pues hay que subir un sinnúmero de escalones.

El palacio en conjunto es armonioso predominando los colores blanco, rojo y dorado. Básicamente el visitante puede apreciar que hay dos sectores bien diferenciados, el llamado “palacio blanco”, tiene siete niveles y era la residencia donde vivía el Dalai y cuenta con un conjunto de habitaciones, según comentario del guía aproximadamente mil, además contiene oficinas para tratar asuntos administrativos o políticos y el “palacio rojo”, con seis pisos ubicado en la parte central; tiene capillas, bibliotecas, lugares de rezos y una sala donde se conservan los restos mortales de ocho Lamas que vivieron en él.

Además su interior está conformado por pasillos, corredores y un amplio patio central, en esos sitios durante el recorrido el visitante puede admirar pinturas, murales, pendones, alfombras, estatuas de Buda, elefantes, leones, muchos de los cuales están tallados en madera. Son miles los objetos de valor incalculable que se encuentran en ese prodigio sagrado. Además existe en su interior una escuela budista para la enseñanza de esa religión. Desde lo alto se puede contemplar la ciudad que luce tranquila. El Tibet, Lhasa y el Potala, son lugares que el turista no puede dejar de conocer, quedará impresionado, deslumbrado por su belleza y misticismo.

Abogado y empresario.

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