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El Santo, el Enmascarado de Plata

Punto de Vista… lucha libre

Rafael J. Ramos Vázquez (*)

¡Rodolfo Guzmán Huerta! Para la mayoría de los mexicanos ese nombre no dice nada, pero cuando hablamos de “El Santo, el Enmascarado de Plata”, toma sentido camino a la leyenda.

El Santo fue un icono de los mexicanos, símbolo de justicia, un súper héroe en todo el país. Fue luchador y durante cuarenta años nunca se quitó la máscara. Su mayor éxito consistió en el anonimato.

Existía una superstición: si se quitaba la máscara, moriría. Y fue precisamente, ante un conductor de televisión que en sus últimos años de vida se despojó de ella, tal vez porque sabía que sus días estaban contados.

Participó en más de cincuenta películas que lo pusieron en los más alto del éxito.

Rodolfo Guzmán nació en el estado de Hidalgo. Se inició en la lucha libre primeramente en el bando de los rudos, posteriormente se cambió al de los técnicos, donde alcanzó fama.

Al principio de su carrera  adoptó diversos nombres, hasta que en un momento decisivo le dieron a escoger entre tres: El Santo, El Diablo y El Ángel, seleccionando el primero, con el cual logró ser conocido a nivel internacional.

Como luchador era versátil,  ágil y muy profesional. Participó, según las estadísticas, en más de ocho mil combates, tiempo durante el cual descabelló y desenmascaró a un sin numero de rivales. Fue ídolo de la Arena México y de la Coliseo, en las cuales combatió regularmente.

Su máximo trofeo fue la máscara de Black Shadow, que obtuvo después de una feroz pelea. Fue un peso welter natural, categoría en la cual consiguió el campeonato mundial.

Como persona, era serio, formal y educado. En una ocasión declaró: “Conservar la máscara es la máxima expresión de mi personalidad y el símbolo perfecto de mi misterio”.

Su figura se agigantó con la edición de una revista y las películas en las cuales participó. El Santo es sin duda el luchador más reconocido en el pancracio y el enmascarado más famoso quizá a nivel internacional.

En 1984 falleció de un infarto y fue enterrado en el Mausoleo del Ángel.

De Guzmán Huerta y su personaje puedo decir que dimensionó la lucha libre y que su influencia no solo fue deportiva sino cultural, la mascara era su propio rostro, con el cual todos los aficionados se identificaron, pues era un rostro de la pobreza, el héroe de todo el país.

Para  El Santo, como muchos mexicanos, el anonimato es un orgullo, tener cara te hace visible y te pone en peligro. Por eso gran cantidad de  sus seguidores  piensan que es mejor permanecer en el anonimato y ser santo.

Abogado y empresario

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