El Tri, una cuestión de honor
El Tri, una cuestión de honor
Aceptar o no jugar con la Selección
Rafael J. Ramos Vázquez
Una cosa curiosa que antes no sucedía está aconteciendo: jugadores mexicanos no quieren representar a nuestro país como parte de la selección de fútbol.
Todos los aficionados se preguntan ¿qué sucede?
Se oyen las declaraciones de un deportista de renombre que actualmente milita con un club europeo, quien señaló que el jugador no recibe ningún dinero por formar parte del representativo de México, por eso todo el dinero va a las arcas del órgano rector, la Federación Mexicana de Fútbol. Con base a esos comentarios y realidades, me permito esbozar la siguiente teoría.
En tiempos pasados, los futbolistas nacionales competían solamente en clubes mexicanos, por lo tanto el representar a nuestro país era obligatorio. Los equipos integrantes de la Federación, por conveniencia, exigían al atleta formar parte de la selección nacional sin ningún pago, se usaba el velo de patriotismo. Es decir era un “honor” portar y sudar la camiseta verde, que era símbolo de fidelidad y nacionalismo.
Casi se puede asegurar que el jugador tenía, por acuerdo de todos los propietarios de equipos, la imposición clausulada en el contrato de asistir cuando fuera convocado, en caso contrario se le vetaba y ningún equipo lo contrataba. Así se controlaba a los jugadores para que participaran en la Selección, sin ninguna regalía.
Lógicamente ayer como hoy los beneficios son para todos los que conforman el poder del fútbol, dueños y directivos, menos para quienes verdaderamente dan el espectáculo y salen a rifarse el físico durante los encuentros: los jugadores.
En el mejor de los casos para tenerlos tranquilos, cuando había cierta inconformidad, se eliminaba al insubordinado llamándolo desleal, se les repartía una prima mínima, y solucionado el motín.
Además, para generar más utilidades se les exige a los seleccionados hacer todo tipo de comerciales de diferentes productos, sin recibir nada o muy por debajo de lo que realmente se gana. El pretexto seguramente es que los están promoviendo, y con ese argumento utilizan la popularidad y figura del jugador. Así, obtienen doble ganancia, la económica y captar la atención del aficionado, tan necesitado de circo e ilusiones, que en su momento llenará los estadios y consumirá los productos promocionados.
En la actualidad el deporte sigue siendo una actividad altamente lucrativa, en donde se generan utilidades y se manejan cantidades imposibles de imaginar. Solo que para mala fortuna de la Federación, el deportista mexicano actualmente milita en un buen número de organizaciones extranjeras que le permiten libertad para acudir o no al llamado de la selección y es allá donde se genera el problema.
El jugador, consciente de las grandes cantidades de utilidades que genera ya exige una parte del pastel, que únicamente es saboreado por los dueños y directivos, quienes se niegan a compartir.
Nótese: los que se oponen a integrar la selección son futbolistas que están en el extranjero y no pueden ser controlados. Los federativos no desean que ese ejemplo cunda y envían a jugadores afines y a comentaristas de televisión comprados a cuestionar a los rebeldes acusándolos de no ser patriotas. El único fin es desacreditarlos y que el ejemplo no contamine a los demás.
Véase que la Federación siempre se ha negado a que haya una asociación de futbolistas al nivel de la que hay en nuestro vecino del Norte en todos los deportes. Esas agrupaciones protegen los intereses de los asociados y establecen condiciones equilibradas entre las partes. En México existe una Asociación de Fútbolistas Profesionales, legalmente constituida, pero no tiene el poder que se requiere. Y a los futbolistas rebeldes se les tilda de no tener patriotismo.
¿Patriotismo? Esa palabra no la encontramos en el diccionario mexicano. En el fútbol no existe. En México todo es dinero y negocio, para espejo nuestras autoridades y servidores públicos, que exclusivamente están en los cargos para enriquecerse.
¡A otro inocente con ese cuento! Mérida, Yucatán, junio de 2019.