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Filosofía de Rublev: trabajo diario con el tenis y la cabeza

Desde el fondo de la cancha, con un poderoso revés, coloca la pelota fuera del alcance de su oponente para sellar la victoria. Levanta los ojos mirando al cielo, con los dedos hace la señal de la cruz dando gracias al Creador y se persigna, es un creyente ortodoxo. Se quita el cinto de la cabeza y camina hacia la red para estrechar la mano de su contendiente.

Ese ruso nacido en Moscú tiene por nombre Andrei Rubliov y es conocido en el mundo de la raqueta como Andrey Rublev. El moscovita es parte de los miembros de la llamada “Next Gen”, integrada entre otros por Zverev, Tsitsipas, Medvedev, Hurkacz, Tiafoe, etc. que actualmente rondan los 25 años, tenistas que están en la madurez de sus carreras.

Andrey es un tenista diestro, con revés a dos manos, derecha potente, agresivo, con una mentalidad fuerte y concentrado durante todo el partido. Es un jugador que en el fondo luce ofensivo y saca formidables golpes con buena dirección.

Cuando tenía 16 años jugó por su país en la Copa Davis, convirtiéndose en el tenista más joven en representar la bandera de Rusia. En aquel entonces se le consideró una futura estrella, una promesa de la raqueta, pero tenía problemas de actitud dentro de la cancha, aunque afortunadamente con el paso del tiempo cambió radicalmente su postura hasta convertirse en un jugador serio, amable y educado. Algunas veces no puede controlar su temperamento y ha recibido fuertes sanciones de parte de la autoridad del circuito.

Tiene grandes amigos en el circuito, incluso su compatriota Daniil Medvedev lo hizo parte de su familia al pedirle que sea padrino de su hijo. Para Rublev el tenis tiene una sola filosofía: el trabajo diario.

Sabiendo que las cosas no han llegado lo rápido que él quisiera, entiende que para ser un jugador de élite no es sólo pegarle con fuerza a la pelota, sino darle dirección con una buena estrategia, para lo cual hay que entrenar arduamente. En el ámbito político-deportivo, es uno de los pocos jugadores del circuito que ha opinado abiertamente, sus declaraciones han sido firmes, está en contra de la guerra que ha desatado su país en contra de Ucrania, argumentando que en el futuro puede cambiar de nacionalidad si el conflicto bélico continúa.

Rublev, a sus 26 años, no será nunca un número uno y difícilmente gane un Grand Slam, pues le falta madurez y mentalidad, ese “algo” que tienen los grandes para llegar a la cumbre. Pero hará un buen papel mientras siga empuñando una raqueta, un top ten. Al concluir un partido, cada vez que alce la mirada al cielo, el Señor le dirá: “Es todo lo que puedo hacer por ti”. Mérida, marzo de 2024

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