Islandia, donde los glaciares se unen al cielo
A bordo de una camioneta 4×4 nos dirigimos a una cueva de hielo. Después de un recorrido de casi una hora por caminos abruptos, llegamos a un parador.
Estacionamos el vehículo para caminar tres kilómetros hasta la caverna. La ruta a pie era sinuosa, resbaladiza y varias veces difícil, sin embargo al llegar a la entrada de la gruta reconocimos que el esfuerzo valió la pena. Ante nosotros había un portento natural, un pasadizo todo de hielo, cuyo techo tenía un grosor de cerca de cuarenta metros.
Al pasar al interior, nos maravillamos de los destellos de colores brillantes que se producían en las paredes y techos del subterráneo. La luz de la linterna que teníamos en los cascos al hacer contacto con la superficie los generaba.
Nos introducimos y avanzamos hasta donde la conductora nos permitió sin correr riesgos. La islandesa nos explicó que ese túnel la naturaleza lo creó y considero que en tres años por el cambio climático la espelunca desaparecerá. En esa belleza se puede apreciar el deterioro que el hombre está causando al ecosistema. El calentamiento global es una seria amenaza.
Al día siguiente realizamos una parada obligatoria para todo turista, visitamos una maravilla geotérmica que se encuentra a 50 minutos de Reikiavik: la laguna azul. Ésta se encuentra en una superficie rodeada de lava en estado sólido. El líquido humeante del lago es mezcla de agua dulce y de mar, tiene un tono azul lechoso con una temperatura constante que va de 37 a 40 grados centígrados. El fluido posee propiedades curativas y rejuvenecedoras.
La experiencia en esa atracción es única, sumergirse en sus aguas cálidas llenas de vida y cubrirse el rostro con diversas cremas que obsequia el personal es gratificante. Al concluir el baño, se pueden sentir los efectos terapéuticos sobre la epidermis.
Lo anterior son dos de los muchos atractivos que tiene Islandia, un lugar donde los glaciares se funden con el cielo y lo acarician tiernamente.
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