Nacimiento instalado en la iglesia de San Martín Obispo en Hungría
Punto de Vista… religión
Rafael J. Ramos Vázquez (*)
¿De dónde viene la costumbre de la Navidad? Es algo que no se puede precisar, es una mezcla de conceptos adoptados a lo largo de muchos años.
Pero, independientemente de las fuentes y las diferentes opiniones, la Navidad es un acontecimiento celebrado en todo el orbe por millones de familias. Es una festividad que nos invita a reflexionar.
Navidad viene del latín “nacimiento” y conmemora la venida al mundo de Jesucristo. Si tomamos a la Biblia como fuente, ésta no señala día y hora del acontecimiento. Pero desde hace muchos años el suceso se celebra el 24 de diciembre.
Hay hechos que merecen ser señalados: el árbol tradicional en los hogares representa la unión familiar, con su estrella en la cúspide emitiendo luz y esperanza.
El pesebre donde nace el Salvador, con animales, pastores y los tres Reyes Magos, no puede faltar, iluminado por el fulgor de la estrella que se encuentra en lo más alto del pino. En ese humilde lugar vino al mundo el hombre más grande, Jesús.
Las cartas que ponemos al pie del arbusto contienen nuestros deseos con la firme esperanza de que nos sean concedidos, es una creencia y creer en algo es con frecuencia condición previa para que ese algo suceda.
Los regalos son parte de la historia y recuerdan a los reyes magos Gaspar, Melchor y Baltazar llevando ofrendas al Redentor: incienso, mirra y oro.
Esta tradición la continuamos hoy con nuestros seres queridos. Para complementar la alegría de esa noche basta mirar las caras de los hijos cuando abren los presentes que con esfuerzo y cariño los padres les pusieron al pie del árbol.
La cena navideña que en cada hogar se prepara de acuerdo con las posibilidades se come para celebrar la venida del Mesías; previamente, innumerables familias realizan un rezo antes de la medianoche para recordar ese glorioso acontecimiento, el nacimiento de Nuestro Señor. Cristo llegó a la Tierra a dar amor, afecto, cariño, por eso murió en la cruz.
Si Dios nos pide amor en nuestras vidas no le demos apariencias, que sea amor puro y desinteresado, al fin que la vida es solo un instante en el infinito.
Mis más sinceros deseos son que Dios Nuestro Señor, al visitar sus hogares, les deje como regalos salud, éxito y felicidad a todos y cada uno de ustedes. Y como leí en alguna parte: que la vida nos mantenga soñando y que nuestros sueños nos mantengan con vida. ¡Feliz Navidad!
Mi gratitud a Diario de Yucatán por permitirme llegar a ustedes. Éste es el artículo número 100 que me publican. A mis lectores, muchas gracias. Reanudaré en febrero de 2020. ¡Felicidades!
Abogado y empresario.