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La noche triste de Miguel Berchelt

Punto de vista… Boxeo

Rafael J. Ramos Vázquez (*)

Se ha disipado el humo de la batalla. Ha trascurrido el tiempo necesario para poder opinar con objetividad sobre la derrota de Miguel Berchelt. Para muchos yucatecos y quintanarroenses, igual que los aficionados y conocedores, el resultado fue algo inesperado, no por la derrota, que es parte de la competencia, sino por la forma como fue vencido el ahora excampeón.

Hay dos puntos que merecen ser señalados: primero, las posibles causas de la debacle, y segundo, el análisis de la pelea.

Primero. Es sabido que en noviembre del año pasado Berchelt contrajo Covid, siendo tratado en su domicilio sin necesidad de hospitalización. Posteriormente, y pasada la enfermedad, retornó a sus entrenamientos. Sin embargo, no hay que olvidar que ese virus ataca principalmente los pulmones, inflamándolos. Esos síntomas, después de la afección, aunque la persona se sienta bien, pueden causar un bajo rendimiento, sobre todo en una actividad de mucha exigencia como es el boxeo, que demanda un estado físico impecable, a más que es una actividad aeróbica que exige mucha oxigenación. En mi opinión, su condición pulmonar no era la óptima para el esfuerzo físico que realizó, encontrándose en condiciones desfavorables para el encuentro, lo que se corroboró en el trascurso del combate al ver que las piernas no le respondían por un cansancio muscular temprano.

No deseo señalar que su preparación previa al combate haya sido inadecuada, sino que se desconoce si los daños que el Covid causa y las secuelas que ocasiona después del padecimiento influyeron para tan bajo rendimiento del entonces monarca.

La pelea. En el encuentro celebrado en la ciudad del pecado, Miguel defendía por séptima ocasión su corona. Era el combate clave, una victoria lo pondría en la antesala de grandes ingresos, las expectativas eran inmejorables. Tenía la fortuna a su alcance. El rival era un exolímpico, joven, con un palmarés de noqueados impresionante y también gran amigo de Berchelt: Óscar Valdez.

En artículo anterior señalé que el cancunense debía mejorar su defensa, ya que los golpes le entraban con facilidad y sus victorias acontecían porque estaba mejor preparado que el oponente y tenía una pegada demoledora, pero si se llegaba a encontrar a un rival elusivo, estaría en problemas. Y eso ocurrió. Un hecho poco perceptible fue que Miguel siempre ha usado guantes Cleto Reyes en todas sus peleas de campeonato, con los cuales se siente cómodo; sin embargo, en esta ocasión calzó una marca diferente.

Desde el inicio Berchelt se veía cansado, lento, agotado, fuera de distancia. Daba la impresión que le pesaban los brazos y no tenía poder en su pegada. En el desarrollo del combate se notó que le faltaba aire, saltaba a simple vista que su condición física no era la adecuada. En ese momento era un peleador sin recursos. Fue la peor actuación sobre el cuadrilátero que le he visto.

El cuarto raund fue un martirio. La derrota una pena. Tiró la corona por la coladera. Su oponente se veía rápido, elusivo, con un golpe de izquierda que martillaba la cara del “Alacrán”.

El combate fue de un solo lado. El arácnido fue expuesto a un castigo inútil, ya desde el cuarto capítulo era obvio el resultado. Su esquina debió parar la pelea mucho antes del triste desenlace, para evitar un suplicio innecesario.

El golpe final en el décimo asalto, no fue solo contundente, sino el colofón de una acumulación de impactos recibidos durante toda la lid. El impresionante nócaut ocasionó la inconciencia de Berchelt, por más de dos minutos, producto del traumatismo craneoencefálico ocasionado por tanto castigo. Esperemos que a futuro no tenga repercusiones.

A los hombres que están en la esquina se les paga por dirigir y proteger la integridad física del boxeador: ¿Dónde estaban? ¿Y el réferi? ¿Por qué no paró la pelea desde el quinto episodio, cuando el “Alacrán” estaba noqueado de pie y sólo tiraba golpes por inercia?

Muchos aficionados comparan el nocaut de Miguel con el de Pacquiao, pero las circunstancias eran diferentes. El filipino estaba ganado la contienda y en este caso, el quintanarroense no había ganado un solo raund y estaba recibido castigo en demasía y poniendo en peligro su integridad corporal.

Esa pelea, como señalo arriba, era la más importante de su reinado. Un sueño, la oportunidad de situarse en la élite del boxeo y obtener jugosas bolsas si salía victorioso, pero el sueño acabó y lo más triste, Miguel despertó en la lona y sin diadema.— Mérida, Yucatán, marzo de 2021.

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