Lance Armstrong; el mito de la gloria al infierno
Para el mundo deportivo su récord es el más inverosímil en el ciclismo: haber ganado en forma consecutiva siete veces el Tour de Francia, el torneo más prestigioso de la bicicleta. Pero no existe.
La proeza conseguida de 1999 a 2005, de levantar vestido con la camiseta amarilla el trofeo francés, fue borrado de un plumazo por las máximas autoridades que rigen ese deporte, declarado desierto y para efectos históricos no hubo ganador esos años. El estadounidense Lance Armstrong es protagonista de esa gesta, lamentable, pero no menos increíble.
Ganar la extenuante carrera francesa es una hazaña, pero triunfar consecutivamente en siete ocasiones en un hito que difícilmente se volverá a repetir este siglo. Lance, en sus años de gloria, fue un ícono para el mundo deportivo. Siendo veinteañero padeció una mortal enfermedad y había salido victorioso. El cáncer testicular diseminado al cerebro, después de peligrosas operaciones en donde su vida era reclamada por la parca, ésta, contra todo pronóstico, había sido vencida.
Ante eso el texano era un personaje deseado por un sinnúmero de patrocinadores que lo veían como un generador de billetes verdes. Todas las empresas deseaban que el ciclista fuera la imagen de sus productos. Era visto y admirado por la sociedad norteamericana como un ejemplo a imitar. Era un héroe. Después de estar al borde de la muerte, como el Ave Fénix, había resurgido y era un triunfador.
Sin embargo, precisamente por lo increíble de sus hazañas autoridades deportivas inician procesos para determinar la pulcritud de sus logros. Armstrong fue sometido a pruebas de antidopaje y nunca dio positivo en todos los exámenes a los que fue supeditado.
Después de su retiro en 2005, fue nuevamente acusado. En un principio las autoridades optaron por no inculparlo, pero tiempo después sale a la luz un informe que contiene declaraciones de testigos y compañeros del pedalista que lo señalan usando sustancias prohibidas. Ante ese voluminoso e irrefutable expediente la máxima jerarquía del ciclismo decide sancionarlo.
El castigo consistió en retirarle todos los títulos que había ganado sobre el caballo de acero, que incluía las siete coronas del torneo francés, la medalla olímpica obtenida en los Juegos de Sídney, y prohibirle de por vida participar en cualquier certamen ciclístico.
Para la historia Lance pasó de héroe a villano. Un tramposo que ganó de manera fraudulenta. Paradójicamente, nunca dio positivo a ninguna sustancia prohibida durante toda su carrera deportiva. En el año 2013, en un programa de televisión, inexplicablemente Lance acepta haberse dopado y pidió disculpas.
El mundo se le vino encima. Concluyo: la desgracia rara vez viene sola, los golpes de la adversidad son amargos, pero enseñan y hacen fuerte al hombre, y no es la gloria, el triunfo o la riqueza los que proporcionan la felicidad, sino el trabajo honesto. Lance Armstrong aprendió la dura lección. Mérida, julio de 2022
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