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Los adagios, con sabor especial

Punto de Vista… béisbol

Rafael J. Ramos Vázquez (*)

La grandeza del béisbol no son solamente las hazañas de los jugadores ni el análisis de las estadísticas que hacen los expertos.

El rey de los deportes es una actividad que embruja a los verdaderos devotos, los cuales disfrutan toda su magia, con las jugadas que los peloteros realizan en el diamante.

Un seguidor de hueso colorado decía: tres cosas amo en la vida: Dios, mi familia y el béisbol. Pero cuando la temporada empieza, el orden varía.

A través de los años la práctica, y la observación, han hecho que el aficionado, por las situaciones que se dan en los partidos, genere y acumule una serie de conjeturas y cálculos supersticiosos para tratar de adivinar lo que va a suceder en determinada jugada a partir de la experiencia previa.

De esa interpretación mística, de la comprobación y la suposición han dado nacimiento a lo que en ese deporte llamamos coloquialmente, un adagio. Éste es una sentencia breve que la mayoría de las veces se materializa cuando los supuestos se dan. Comentaré algunos…

El umpire limpia el plato, el bateador en la caja, todos en su posición y canta “Pléibol”, el juego se inicia.

El pítcher en el centro del diamante envía tres rectas en medio del plato y el bateador se queda con la carabina al hombro. El principal hace el inconfundible ademán de ponche, y se genera el adagio: “Pítcher que poncha al primero pierde el juego”.

Otro, con hombre en primera sale un rodado al cuadro bueno para doble matanza, sin embargo la pelota se cuela bajo las piernas del parador corto y el bateador llega a primera, el anotador oficial registra  error a la jugada. El siguiente bateador conecta un fuerte rodado que pasa sobre la segunda base y se interna en el jardín central, para un limpio sencillo. Se genera el adagio “después del error viene el hit”. Otro: novena entrada, con el juego empatado, el equipo visitante tiene las bases llenas con dos fuera. El mánager manda a batear a un emergente, quien con la cuenta de tres bolas malas y dos buenas, el pítcher le envía una curva, que el bateador abanica con fuerza, ponchándose para terminar la entrada. La sentencia: “El emergente o se poncha o da de hit”.

Una más: turno al bate del equipo de casa, novena entrada, juego empatado, el cuarto en la alineación, toma su turno en la caja de bateo, el cerrador le lanza su mejor repertorio con mucho cuidado, el bateador se defiende, con la cuenta completa. Al siguiente lanzamiento, saca un descomunal batazo que hace que la afición se ponga de pie, con un alarido colectivo, es un elevado profundo por el jardín izquierdo que sale ligeramente a un lado del poste y se pierde en la oscuridad. El principal marca faul. A la siguiente picheada, una recta de humo, le tira y abanica, es ponchado terminando la entrada. El aforismo: “Después de un gran faul un gran ponche”.

Otro: las bases llenas sin aut, pero inexplicablemente los siguientes tres bateadores son puestos fuera, termina la entrada y no logra el equipo anotar. En el siguiente capítulo el equipo contrario llena las bases y su bateador, sexto en la alineación, saca una línea hacia el rincón del jardín derecho que pica en terreno bueno y se sale del campo para un doblete que limpia las bases. El proverbio: “Las carreras que no hagas, te las harán”.

Agreguemos uno más: el pítcher abridor de casa ha dado una cátedra de dominio, llega el cierre de la novena entrada con ocho roscas servidas al equipo visitante y ganando una carrera a cero en un duelo muy cerrado. Retira a  los dos primeros bateadores y a un aut para terminar el juego, el siguiente bateador conecta imparable a los jardines y el siguiente ve pasar cuatro bolas malas. Hombres en primera y segunda, el mánager hace el cambio de lanzador y el cerrador pone fuera al siguiente bateador con un espeso chocolate. Gana la novena de casa. El adagio: “Al lanzador se le debe de cambiar ni una picheada antes, ni una picheada después”.

Otro: con dos fuera, el bateador toma su turno en la caja de bateo y después de varios lanzamientos aparece en la pizarra electrónica, su cuenta: 2-2-2-. El refrán: “la cuenta que presagia ponche”. Sin embargo, en la siguiente picheada el bateador conecta sólido estacazo entre los jardines derecho y central picando la pelota para un limpio triple. Los adagios no siempre se cumplen, eso es lo misterioso, fascinante e impredecible del rey de los deportes.

Pero preguntamos a los aficionados: ¿Si el adagio fuera ley y siempre se cumpliera, estaría mejor el béisbol?

Abogado y empresariorafaelramos@sji.com.mx

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