Rafael Osuna: el mejor tenista mexicano
“Se mueve en la cancha de tenis como un dios”. Así se expresó del adolescente Rafael Osuna Herrera el entrenador George Toley, cuando vio a su futuro alumno practicar en un entrenamiento en la cancha.
La técnica de aquel joven era rudimentaria y su instructor se encargaría de pulirla y perfeccionarla, enseñándole los secretos de ese deporte. El resultado fue llevar a su discípulo hasta la cumbre del tenis.
“El Pelón”, como cariñosamente se le apodaba, era un jugador diestro, cerebral, con buen toque, saque fuerte, bolea precisa y potente, aderezado con una dejadita excelente; revés a una sola mano, como dictan los cánones de la escuela clásica; piernas ágiles y fuertes que le imprimían velocidad a su juego, siendo la red su mejor zona, donde ya posicionado difícilmente podía el enemigo pasar su contestación.
Fue un deportista fuera de lo común, cuya mejor cualidad fue la perseverancia. A temprana edad empezó a golpear la pelota en el Centro Deportivo Chapultepec, en la avenida Mariano Escobedo, máximo templo nacional del deporte blanco (actualmente su estadio se llama “Rafael Osuna” en su memoria). Posteriormente, bajo la tutela de Toley, se convierte en el mejor tenista de su época, alcanzando la cúspide de su carrera en el lejano año de 1963, cuando en el estadio West Side Tennis Club en Forest Hills, Nueva York, derrota al australiano Frank Froehling en sets corridos, para coronarse campeón del Abierto de los Estados Unidos, convirtiéndose en el único compatriota en ganar un torneo de Grand Slam.
Además, ese mismo año escala hasta la cúspide del tenis, convirtiéndose en el número uno del mundo. Osuna tiene en su palmarés ser campeón en dobles en la Unión Americana y dos veces en la catedral del tenis: Wimbledon. En los Juegos Olímpicos del 68 celebrados en México, gana la medalla de oro en singles y dobles. Por su calidad y logros en el deporte de la raqueta, en el año 79 del siglo pasado es entronizado en el Salón de la Fama del Tenis Internacional, siendo el único mexicano con un nicho en ese recinto. Ese acto lo hace inmortal.
Rafael Osuna es un tenista olvidado, las actuales generaciones no lo conocen, de él sólo quedan las amarillentas páginas de los periódicos de su época. Muere trágicamente a temprana edad, apenas 30 años. Una frase suya abarca toda su personalidad, decía: “Cuando entro a la cancha, entro a ganar”. Mérida, septiembre de 2023