Siempre torero
Jesús Campos: siempre será mejor recordarlo de esta forma
Adiós, “Teto”
Rafael Ramos V.
No, no me he recuperado de la noticia triste: la muerte repentina de “El Teto”.
Eso me hizo meditar sobre la fragilidad de la vida: hoy estamos, mañana no. Todo se acaba en un abrir y cerrar de ojos, la muerte es y será nuestra compañera final, siempre está detrás persiguiéndonos y está tan segura de alcanzarnos, que nos da toda una vida de ventaja.
Jesús Campos estuvo en mi casa del puerto todavía el sábado por la tarde. Un día después había fallecido.
Por años fue empleado de nuestra familia, y empleado muy querido y respetuoso. Platiqué ampliamente con él un día antes de la tragedia. Hacía varios meses que no lo veía, y me comentó con cierta tristeza que lo habían operado del pie derecho y que la cirugía no tuvo éxito, así que cojeaba. El médico le había señalado de forma contundente: “¡No más toros! Tu vida está en riesgo por esa discapacidad”.
Ironías de la vida.
Conocí a Jesús cuando era un joven lleno de ilusiones, tenía fija en su mente una meta: ser torero. Pero lamentablemente muchas veces lo que uno desea, por caprichos de la fortuna, no se realiza. Fue el caso de Jesús. Puso todo su empeño, capacidad y entrega, pero por falta de un apoderado o una oportunidad, el éxito, como anhelaba, no llegó.
Su apodo, se debe a que usaba siendo niño el chupón y, le decían familiarmente y de cariño, “teto chupón”, adoptando cuando inicia su carrera taurina el sobrenombre de “El Teto”.
Pocos saben que se había apalabrado un cartel de novilleros en la Plaza Mérida, en donde alternaría con “El Juli”, en un mano a mano de banderilleros, suerte que dominaba a la perfección. Pero por no tener dinero para pagar su novillo y, tal vez para proteger al español, lo sustituyeron del cartel.
Ante la falta de oportunidades, se dedicó a torear en las plazas del interior del Estado, ganándose un cartel. Pero caía algunas veces y, en la vida, a veces es muy difícil poder levantarse. Y la vida, más cruel que un Miura, le dio en la tranquilidad de su hogar, la cornada mortal.
Que en los ruedos celestiales, Jesús, obtengas la alternativa que tanto deseaste y que por azares del destino no la obtuviste en la tierra. Que en el cielo taurino haya una cartel que tú encabeces como primer espada y en la taquilla haya un letrero que diga “boletos agotados”.— Mérida, Yucatán