Un flagelo convertido en enemigo del deporte
Pierre de Coubertin: si viviera se espantaría por el dopaje
El dopaje, crecimiento que atenta contra todos
Rafael José Ramos Vázquez (*)
“Más rápido, más alto, más fuerte”, fue el lema propuesto por el barón Pierre de Coubertin como símbolo para los Juegos Olímpicos de la era moderna. Con ese postulado como bandera se creó en 1894 el Comité Olímpico Internacional.
Este axioma es el máximo principio que impulsa a los deportistas a conseguir metas e implantar récords: ¡un cuerpo perfecto! Es la aspiración de todo ser humano y en particular del atleta.
Desde tiempo inmemorial, una fijación que ha tenido el hombre que practica algún deporte es llegar al límite de sus capacidades. Para eso requiere de una anatomía perfecta.
Sin embargo, la pregunta obligada es ¿existe un límite para la raza humana en el campo deportivo? ¿O el ser humano no tiene barreras?
Veamos: desde la antigüedad, en las competencias, siempre el ganador tenía una aureola de semidiós, y todos los competidores deseaban ese galardón. Con el pasar de los tiempos, esto hizo que el atleta buscara métodos o sustancias que le permitieran un mejor rendimiento, así los galenos de la antigüedad hacían que ingirieran determinados frutos o propusieran alguna dieta que les permitiera mejores resultados. Era una práctica primitiva y natural.
Con el tiempo y, con el avance de la medicina, se descubrieron sustancias que, inoculadas al cuerpo, hacían que éste rindiera más. Así nace el dopaje, palabra que proviene del verbo inglés, “to dop”, doblar, en el sentido de hacer trampa.
Este término se limita únicamente y en forma exclusiva al campo deportivo.
Cosa curiosa, en los animales la utilización de sustancias prohibidas no está contemplado.
El dopaje en términos sencillos es el uso de sustancias estimulantes prohibidas para aumentar el rendimiento físico durante las competencia y mejorar resultados, se pueden consumir durante los entrenamientos o en las competencias.
Lamentablemente este hecho es cada día más frecuente en los deportes, y cada vez es más difícil de detectar e identificar, ya que la trampa avanza más rápido que la ciencia. Efectivamente, con este método se gana fuerza o disminuye la fatiga, pero como todo lo no natural, a la larga perjudica al atleta y tiene efectos secundarios, crea problemas en hígado, corazón o riñones. Acorta la vida del deportista y en ocasiones produce la muerte repentina a corta edad.
En los años cincuenta se empezó a usar el doping en una mayor escala, siendo las áreas en las cuales más se utilizaba el ciclismo, levantamiento de pesas y boxeo, y en la actualidad se ha extendido a muchos deportes más. En 1999 se crea la Agencia Mundial Antidopaje, organismo que tiene a cargo el combate contra las sustancias prohibidas a nivel internacional.
¿La lucha contra este flagelo ha sido exitosa?
Algunas veces, pero actualmente la pelea es frontal y cada vez son mejores los resultados de que las competencias estén limpias y los ganadores y sus récords sean inmaculados. Pero muchas veces la ciencia es rebasada y los tramposos son detectados tiempo después de la competencia, en algunas ocasiones pasan años para llegar a esta conclusión y el camino ha sido retirar medallas, trofeos y anular récords.
Han habido un gran número de escándalos alrededor de ese mal.
En un futuro no lejano las autoridades se enfrentarán a un nuevo dopaje, el genético, que usará células y genes para aumentar el rendimiento. Esta contienda entre el mal y las autoridades parece no tener fin.
Nunca se imaginó el barón De Coubertin, cuando creó el Comité Olímpico, que a futuro iban a existir sustancias artificiosas indebidas que contaminarían al deporte. De haberlo sabido, hubiera propuesto como lema: “Más rápido, más alto, más fuerte… Más limpio”.— Mérida, Yucatán, octubre de 2018