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Un paseo familiar a viñedos

Punto de Vista… viajes

Rafael J. Ramos Vázquez

Los elementos turísticos tradicionales por muchos años siempre han sido playas blancas, mar azul y radiante Sol; las sandalias, los trajes de baño, los sombreros y los lentes de Sol son parte de la vestimenta, esa ha sido la costumbre. Sin embargo, para la gente actual esa moda se ha modificado hacia otro tipo de paseos, en donde se busca la naturaleza o lo rural.

Así, arribamos en viaje familiar a Tijuana, para dirigirnos al Valle de Guadalupe, una verde llanura rodeada por cerros y que forma parte de la Ruta del Vino. Ese derrotero comprende tres zonas principalmente: el Valle de San Vicente, de Santo Tomás y de Nuestra Señora de Guadalupe.

Toda esa área tiene un microcosmos parecido al Mediterráneo, propicio para el cultivo de la vid, el olivo y diferentes flores que la han convertido en los últimos años en una atracción turística, con diversos elementos temáticos, siendo el principal, el vino.

Existen en esa zona innumerables viñedos que producen cerca del 90% de la producción mexicana que, aunado a un arduo trabajo de enólogos, han sido merecedores de premios internacionales.

Varias casas vitivinícolas han consolidado la acertada fama de producir vinos exquisitos, de calidad, capaces de competir con cualquier otro del mundo. Los hoteles en esa comarca habitualmente se encuentran dentro o a un lado del viñedo. En agosto se realiza la vendimia, una fiesta tradicional que se va consolidando.

Realizamos visitas a varias casas productoras, donde pasean al turista y generalmente incluyen una cata de su producción, con una amplia explicación de la elaboración, proceso y añejamiento. Todos los parrales tienen alguna característica especial que los diferencia de los otros. Sin embargo, por unanimidad se consideró como el mejor, uno denominado “Finca la Carrodilla”, una viña de apenas 19 hectáreas, cuya característica principal es que se dedica a la viticultura natural, todos sus vinos son orgánicos.

De esa pequeña parcela, que tiene jardines con rosales, margaritas, gerberas y un diminuto huerto, se puede observar que todo es artesanal. A escasos metros de la casa principal, se levanta una capilla; la guía informa que la dueña la hizo como un homenaje especial a la Virgen de la Carrodilla, protectora de los viñedos, quien tiene en su mano izquierda un ramo de uvas. Esa finca tiene una producción limitada la cual venden directamente, sin intermediarios.

Durante el paseo, el viajante puede disfrutar excelentes vinos con variados guisos y por la tarde, después de un día de recorrido, sentarse en la terraza del cuarto del hotel y sentir el calor de la fogata contemplando el verdor de los viñedos y admirar el Sol que se oculta entre las montañas.

Esos son placeres que solo la familia, la naturaleza y Dios nos pueden conceder. Hay que disfrutarlos.

Abogado y empresario. WhatsApp: 9999-00-00-44.

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