Una carrera para pilotos de verdad
Mónaco, el glamur de la F1
Rafael José Ramos Vázquez (*)
Mónaco, tierra de los Grimaldi, es un bello principado enclavado en la Riviera Francesa. Anualmente celebra uno de los magnos eventos del deporte mundial, el de mayor prestigio de la categoría reina del automovilismo: el Gran Premio de Fórmula Uno.
Allá se reúne el glamur, la ostentación, el lujo.
Su marina repleta de barcos, yates, catamaranes y todo tipo de embarcaciones, le dan un toque único. Desde sus bellos edificios a la orilla de la bahía se puede admirar el azul intenso del Mar Mediterráneo.
En lo más alto de la cima se encuentra el Palacio Real, desde cuya terraza se puede contemplar el paisaje. Todo eso hace que el Principado tenga una atmósfera única, un entorno espectacular. El trofeo que se disputa tiene la forma del circuito y es tradición que lo entregue un miembro de la realeza.
Sin embargo, diré que en Monte Carlo no se realizan carreras de autos. No, se realizan carreras de pilotos. No compiten las máquinas, compiten los hombres a bordo de ellas. Algo impresionante.
Esto se debe a que en este circuito la potencia y rapidez del monoplaza es sólo un factor que influye sin ser determinante. La pericia del piloto, su sangre fría y determinación, son los elementos claves para obtener el triunfo.
Es el circuito más demandante, más agotador, la calles donde se corre son estrechas, con subidas, bajadas, rectas cortas, curvas muy cerradas y un túnel, que se abre como una boca de lobo queriendo comerse a todos los pilotos.
Es el circuito más corto con apenas 260 kilómetros totales de carrera y se recorre en 78 giros a un promedio de velocidad de 155 kilómetros por hora, la más baja de todos los Grandes Premios. Allá los accidentes son comunes, por eso terminan según estadísticas el menor número de bólidos.
Correr en el Principado es un reto para cualquier conductor. No puede haber fallas, ni malos cálculos, las vueltas tienen que ser correctas, el más mínimo error y estás fuera de la carrera. Se necesita mucha concentración y destreza.
El piloto que más veces ha ganado este aristocrático Gran Premio es el brasileño Ayrton Senna, quien subió a lo más alto del podio seis veces y por eso es llamado “El Rey de Mónaco”. Tiene como escoltas a Graham Hill y a Michael Schumacher, dos leyendas ya retiradas, con cinco victorias cada uno.
Además el carioca tiene en su palmarés ser el único que ha hecho la vuelta perfecta en este escenario, según los expertos. En 1988 pudo haber ganado e hilar un séptimo trofeo, pero un descuido, una desconcentración de milésimas de segundo en las últimas vueltas cuando llevaba ventaja de 50 segundos sobre su más cercano perseguidor, le impidió la victoria.
Después de ese accidente el paulista no fue a los pits, fue caminando a su departamento, a meditar su error. Nadie supo de él sino hasta el día siguiente.
Mónaco no permite desaciertos a los pilotos, aun sea Senna. Por eso la historia y la leyenda están en las calles de este bello Principado. Todos quieren ganar en Monte Carlo, pero Mónaco sólo se lo permite a los mejores, porque allá únicamente ganan los grandes pilotos, no los autos.— Mérida, Yucatán, diciembre de 2018
rafaelramos@sji.com.mx