Van Gogh, marginado y solitario
¿Cómo es posible qué una persona paranoica, que imaginaba que lo estaban persiguiendo, que lo querían envenenar, que padecía alucinaciones, angustia, terror, recluida en un hospital para enfermos mentales, que colocaba velas en su sombrero para poder dibujar de noche, sea capaz de pintar los cuadros más bellos del postimpresionismo y que sus obras fueran reconocidas a nivel mundial? Es inexplicable. Pero el holandés Vincent Willem van Gogh lo hizo, logró lo inconcebible.
Durante únicamente diez años, que fue su etapa productiva, fue capaz de realizar cerca de 900 cuadros y más de 1,500 dibujos. Vincent nace en 1853 en Groot Zundert, una población de los Países Bajos, un año antes, precisamente, en la misma fecha en la cual su madre había dado a luz a un hermano que nació muerto y al cual le pusieron el mismo nombre.
Van Gogh desde temprana edad demostró tener un carácter complicado y una personalidad recia, siendo un joven insubordinado e inadaptado. Siguiendo el apostolado de su padre, durante su juventud evangelizó a gente de escasos recursos, abandonando tiempo después esa actividad.
En su estadía en Francia Vincent conoce a Paul Gauguin, con quien traba una buena relación. El pintor francés, en sus memorias, relata que tuvo un altercado con el holandés, después del cual Gauguin salió de la casa y Van Gogh se automutiló la oreja izquierda, en señal de arrepentimiento. Al no encontrar al parisino para mostrar su remordimiento, envolvió su oreja, se dirigió a un prostíbulo y se la regaló a una falena de nombre Rachel.
El holandés nunca conoció el éxito en vida, sus obras son quizás las más cotizadas en el mundo del arte, alcanzando algunas de ellas precios millonarios. Durante su vida solo vendió tres: “La viña roja”, “Puente de Clichy” y un “Autorretrato”. Sus mejores trabajos, entre otros, son “Comedores de patatas”, “Jarrón con doce girasoles” y “El dormitorio de Arlés”.
Su pintura “La noche estrellada”, para muchos críticos su mejor obra, la pintó desde la ventana, mirando al cielo, en su habitación del hospital psiquiátrico Saint Paul, en la localidad de Saint Rémy, Francia.
Definitivamente, los genios saben sin haber aprendido. Quien tenga la oportunidad de visitar en Ámsterdam el Museo de Van Gogh al ver sus pinturas puede sentir la personalidad del artista y emocionarse con sus cuadros, que son verdaderamente maravillosos, y mirar en ellos la rúbrica del autor que simplemente firma: “Vincent”.
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